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sobre mí

De nuestra soberbia como programadores

14 Jul 2013 | opinión

Estoy convencido de que tengo una de las mejores profesiones del mundo. Pero también soy consciente de que lamentablemente los poderes que se nos brindan muchas veces se nos suben a la cabeza.

Digámoslo abiertamente: la capacidad que tenemos para crear, manipulando palabras, símbolos y grafismos extraños conformando conjuros modernos nos llena de orgullo. Y ese orgullo llega acompañado de una irrefrenable sensación de poder: ¡Yo soy el amo, y te ordeno, débil programa, a hacer las cosas que deseo!

Cada cierto tiempo alguna pieza de software se encarga de abofetearnos en el rostro y recordarnos que por más poderes que creamos tener, seguimos siendo humanos y nos equivocamos. Dejamos escapar errores y frecuentemente la complejidad de nuestros propios hechizos se escapa de nuestras manos.

No será la última vez que escriba al respecto, pero mientras tanto sólo te pido un favor: cada vez que creas que sos el maestro titiritero de tu código recordá todas las ocasiones en que no fue así. O aquellas en las que vos mismo te condenaste a pasar horas o incluso días arreglando tu propio desastre.

Creo que nada mejor que The Sorcerer’s Apprentice para ilustrar esta idea.

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