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Cadavre exquis

16 Jan 2014 | opinión experiencias

Pueden leer sobre este “juego” surrealista en el correspondiente artículo de la Wikipedia. Sin embargo, yo pretendo contar mi experiencia al respecto (y con suerte motivar a intentarlo).

Cadáver exquisito es el nombre que recibe una técnica de construcción colaborativa en la que se intenta liberar al artista del intento consciente de control sobre la obra, para dar paso al subconsciente colectivo del grupo que interviene. En pocas palabras: dejar de controlar el resultado, para obtener un resultado accidental. Ejemplo:

Valentine Hugo, André Breton, Salvador Dali y su mujer, Gala

He tenido la oportunidad de conocer este juego con Alan Cyment y Diego Fontdevilla como actividad de “calentamiento” para una jornada en la que teníamos que hacer uso de la inventiva. Hasta ese momento, entendía que sólo serviría para liberar la mente de preconceptos, y abrirla a muchas más posibilidades. Por suerte, ese no sería el único uso que le encontraría a la técnica.

Además de ser curioso hacerlo (los invito a que lo jueguen en un grupo de cuatro a seis personas), aplica a muchas actividades educativas, profesionales e incluso recreativas.

Básicamente practiqué esta actividad en tres formas (de las muchas que hay, y que pueden surgir).

Primer modo: con la imaginación

Es la forma más económica de hacerlo. Sólo se necesita un grupo de personas que incluso pueden sentarse en el piso.
¿Cómo se hace? Simplemente se comienza a “construír el cadáver”. Por turnos, cada uno agrega una cualidad a eso que se esté construyendo (ya sea un personaje, un objeto, una trama, algún invento, un sistema).
Lo importante es que si alguien en algún momento deja tener presente todas las carácterísticas del cadáver, debe avisar al resto y pedir ayuda para que le recuerden cómo era. Mientras resurja la presencia, se puede continuar con los turnos.
El juego termina cuando no se puede mantener entre todos la imagen vívida del cadáver. Esto puede suceder porque tenga demasiada complejidad, o porque el grupo haya perdido la concentración. Sea cual fuera el caso, no hay que preocuparse: en algún momento debe terminar.

Segundo modo: narrando una historia

Otro modo simple, aunque no tan dinámico como el anterior. El grupo de personas tiene que disponer de al menos una lapicera y algunas hojas donde escribir.
¿Cómo se hace? Por turnos van tomando la lapicera y escribiendo una cantidad preacordada de renglones en el papel. Por ejemplo, tres. Una vez terminados esos renglones, se dobla el papel para no dejar ver más que el último renglón.
Lo importante es que nadie debe aferrarse demasiado a la historia que pretendía contar, sino continuar la frase que comenzó aquél que nos precedió. Una posible restricción es el tiempo que dura cada turno, para evitar el exceso de elaboración.
El juego termina cuando se agota el papel, se llega a la cantidad de rondas preacordadas o se define que se puede cerrar la historia. Sugiero que al menos cada participante pueda hacer cuatro o cinco intervenciones.
Pro-tip: se puede jugar con completos desconocidos (en inglés).

Tercer modo: dibujando

Es un poco más complejo, pero no tanto como para evitar que lo practiquemos. Se basa en el mismo método que el de la historia, pero la dificultad radica en qué tanto se vea del fragmento anterior.
¿Cómo se hace? Por turnos se toma el papel y la lapicera, y se dibuja en un sector. Idealmente, debemos poder doblar el papel para que sólo se devele un segmento del mismo, que permita al siguiente continuar con el cadáver.
Lo importante es no monopolizar el espacio: debemos dejar lugar a que otros intervengan en algún sitio. No es indispensable usar sectores regulares, ni fraccionar siempre del mismo modo: cuanto más irregular sea el fraccionamiento, mayores las alternativas.
El juego termina cuando se acaba el espacio. Usualmente se juega a una sóla ronda, pero las posibilidades están abiertas a qué tanto lugar y jugadores haya.

Recapitulando

Facilité y participé de esta actividad para abrir el juego a ideas nuevas. Algunos casos que recuerdo:

  • La primera vez sirvió para darle nombre a un producto de software.
  • En otra ocasión, para conocer más al grupo que estábamos construyendo.
  • También ayudó a alguien a encontrar nuevas ideas sobre las cuales escribir.
  • Algunas veces sólamente lo hicimos como entretenimiento. Digámoslo: Es muy divertido leer en voz alta las historias que quedan, o mostrar el dibujo.

¿Para qué queremos usar esta técnica? Mi respuesta rápida es “¿por qué no?”. Mi respuesta aún más rápida es “porque sí”.

Necesitamos imaginar. Necesitamos conectarnos con eso que no somos.

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